ENUMELISH©
Alejandro Canedo Vélez
1. Enumelish
Vhurk miró al cielo y volvió a encontrarse con las
dos lunas que engalanaban las noches de su mundo y se sintió orgulloso de sí
mismo y de su especie. Después de la aparición de la primera palabra, 648 años
atrás, muchas cosas ya tenían un nombre aceptado por la mayoría de las tribus
de Uruk[1],
por ejemplo: la luna rojiza y moteada con manchas amarillas se llamaba Grina[2],
la otra luna azulada y lisa con una gran mancha negra cerca del norte y otra mancha blanca sobre el
ecuador, se llamaba Muna[3]; sin embargo, quedaba mucho por nombrar y Vhurk
era de los seres que de vez en cuando inventaba alguna palabra y esta terminaba
siendo aceptada por la tribu, o al menos, por algunos de sus amigos más
cercanos.
El año 648, Vhurk inventó, casi sin querer, o tal
vez por una especie de epifanía, una palabra que 124 años después de su muerte,
el año 772, alcanzaría el honorable grado de palabra universal: enumelish[4].
Este vocablo definía, con impecable claridad, la naturaleza misma de los
uruk, que puede resumirse como el deseo necesario e irrenunciable que toda
especie inteligente debe tener para llegar donde nunca antes ha estado, como la
única forma de garantizar la supervivencia y la evolución.
En efecto, los uruk eran exploradores por
naturaleza, pero sobre todo eran temerarios aventureros, conscientes de que
sólo en el riesgo se encuentra el camino que conduce hacia el mañana, es por
ello que no se pudiera encontrar en aquellos antiguos tiempos a ningún uruk que
no esté dispuesto a dar la vida, voluntaria e irrevocablemente, en beneficio de
los demás. Si para aprender, alguien debía morir, nunca faltaban voluntarios.
Resulta interesante conocer el por qué a Vhurk le
pareció que era necesario crear una palabra para definir la esencia de su
especie, eso de ser aventureros y temerarios. Sucede que desde muy pequeño,
cada vez que alzaba la vista para encontrar a Grina y Muna, antes
que preguntarse lo que eran esas dos majestuosas esferas en el cielo, él
deseaba saber cómo llegar a ellas. Vhurk quería tocarlas, poner los pies en las
lunas, él quería habitarlas, convencer a su pueblo de hacer algo para que Gruna
y Muna dejen de estar solas.
Cuando Vhurk creó la palabra enumelish, no
sabía que en realidad había creado una ruta que trazaría el destino de su
especie durante más siglos de los que pudiera imaginar. De hecho, esa fue la
ruta que su especie siguió los siguientes 12400 años, ya no tratando de acabar
con la soledad de las lunas de Uruk, sino tratando de encontrar algún sistema
para no estar solos en la inmensa vastedad de la galaxia. Vhurk, con su mirada,
y su palabra, trazó el camino de su pueblo hacia las estrellas.
2. La Espada Estelar
En el centro de la plaza de Benghe, la capital
planetaria de Uruk, se alzaba un hermoso monumento: la Espada Estelar.
Consistía en una esfera geodésica, construida con pulidas láminas doradas y
estaba rodeada de una larga espada plateada que nacía en el polo sur y le daba
media vuelta para luego sobrepasar su órbita, más allá de su ecuador, como
escapando hacia el firmamento, apuntando hacia las estrellas, señalando el
misterioso, infinito y tentador abismo del cosmos. La esfera estaba apoyada
sobre una negra y bruñida base hexagonal de obsidiana, un solo bloque de
dimensiones colosales, casi impensable y en cuyos lados estaba escrita la
palabra Enumelish, seguida de cada uno de los nombres de las seis tribus
uruk: U-Gan, U-Mesh, U-Tan, U-Diz, U-Netza y U-Naru.
Guiya, ingeniera naval, acababa de cumplir 23 años,
era el año 1024, y se celebraba el aniversario de la creación de la primera
palabra uruk: Gü, que significaba “yo” y que fue creada por alguien
llamado Guë, considerado el padre del conocimiento. Demás está decir que para
los uruk, la palabra y el conocimiento eran la misma cosa, de hecho, kus
era el vocablo que significaba a la vez verbo y sabiduría.
Ese día Guiya esperaba encontrarse con sus amigos.
El lugar de la cita era la Espada Estelar. Acostumbrada a la puntualidad y al
permanente retraso de los demás, Guiya llegó dispuesta a ocupar su mente en
divagar mientras esperaba. Divagar no era precisamente algo bien visto entre
los uruk, el ocio se consideraba pernicioso entre los adultos y los ancianos,
pero Guiya estaba consciente de la importancia de sus divagaciones. Más de una
vez le habían revelado algunos secretos o le habían permitido ver aquellos
detalles que fueron obviados u omitidos por otros.
Esta vez pensaba en la espada y se preguntaba: —¿Es
esa simplemente una espada? Su razonamiento partía de lo más simple: —¿Puede
una espada ser tan grande?, ¿puede proyectarse desde el polo hasta el ecuador y
más allá?, ¿qué mensaje oculta en su curvatura que termina apuntando hacia las
estrellas? Quien quiera que haya diseñado el monumento no estaba pensando
precisamente en una espada; y si así fuera, estaba pensando en una espada capaz
de romper los límites de la fuerza de atracción, algo más parecido a una lanza
arrojada con tal fuerza que era capaz de quebrar la gravedad y escapar, libre,
ligera y veloz hacia el negro mar poblado por las estrellas.
El creador de la Espada Estelar había dejado
escrito en ella, con el hermético lenguaje de la escultura, una antigua
profecía para su pueblo; los uruk, algún día, serían capaces de dejar su
pequeño mundo, concretar el sueño de Vhurk, alcanzar a Grina y Muna para
habitarlas, para terminar con su soledad, para abrazarlas y quizás, no sólo a
las lunas de Uruk, sino más allá, a las lejanas estrellas y ser parte del baile
nocturno de las luces errantes, un misterio que aún nadie podía explicar, así
como era inexplicable la instintiva e inapelable atracción que las lunas
producían en ellos. Para los uruk, mirar las estrellas era como añorar un hogar
lejano e ignoto.
Guiya se preguntó, esperando aún la llegada de sus
amigos: —¿Cómo hacer un barco que, en lugar de surcar los mares, surque el
viento, cruce las nubes y se sumerja en el cielo? Y fue justo en ese momento, que escribió la
fórmula de escape con el dedo, mirando al firmamento.
3. El infinito de la soledad
Desde que se inventaron los telescopios, el año
1536, explorar el cielo nocturno se había vuelto una de las actividades más
frecuentes en Uruk. Por más de 200 años se había discutido con efervescencia y
paciencia los nombres de las distintas regiones de Grina y Muna. Nombrar los
valles, los mares y las cadenas montañosas de las dos lunas de Uruk fue motivo
de acaloradas y longevas controversias filosóficas entre las seis tribus.
Todos eran poseedores del mejor nombre para esa
montaña lunar; mientras medio mundo estaba seguro de que ese era el Valle de la
incertidumbre, otro medio mundo sostenía que se trataba del Valle de las
profecías; cuando algunos proponían que aquellos cráteres enormes y gemelos se
llamaran Reto y Meta, otros entraban en eufóricas campañas para que sean
bautizados como Prójimo y Póstumo. Afortunadamente los uruk elegían primero la
paciencia que la violencia. Nadie esperaba que las soluciones aparezcan en la
misma generación en la que surgió el conflicto, así que, incluso si llegasen a
pasar siglos, ninguna tribu intentaría imponer su punto de vista mediante la
violencia, pues, ante todo, debía primar la razón, la lógica, el sentido común
y el común acuerdo. Para ellos, se trataba de supervivencia.
Nareé cumplía 16 años y eligió, como regalo de
cumpleaños, un viaje al desierto de sal, un mar blanco, sólido y enorme sobre
el que se podía navegar con los pies, un lugar en cuyo centro ningún horizonte
era visible. Pero lo más atractivo sucedía en la noche, cuando en el absoluto
silencio podía tumbarse de espaldas y hundirse en el negro cielo salpicado de
estrellas. Había que tener mucho coraje para superar el vértigo, para entender
la pequeñez de su existencia ante la infinidad cósmica. Un grano de arena, una
migaja, una bacteria en su cuerpo eran gigantes en relación a su minúscula
presencia frente al cosmos.
Nereé pensó que su especie era muy egoísta, que por
cada uruk vivo debían de existir millones de planetas habitados. Enumelish era un llamado para salir a saludar
a otros hermanos de la galaxia, tocar la puerta del vecino cósmico y extenderle
la mano. Enumelish quería decir: —Vayan más allá, crucen los muros del miedo y
de la indecisión, no basta acabar con la soledad de Grina y Muna, es menester
acabar con la soledad de los uruk, con su aislamiento, con su peligrosa
autocontemplación.
Nereé llevó ese mensaje a los uruk y ellos
entendieron que quedarse ahí sólo era el espejismo de un muy corto y finito
futuro. Uruk era apenas el punto de partida, el cosmos estaba plagado de planetas
y no existía ninguna razón para que no estén habitados, poblados de seres
diversos tan curiosos y necesitados de compañía como ellos.
Desde entonces, a 1736 años de la primera palabra,
los uruk empeñaron su mayor esfuerzo en crear la nave de Guiya, aquel artilugio
capaz de atravesar las nubes, de alcanzar el cielo, de abrazar las lunas y
partir hacia las estrellas.
4. Cuenta regresiva
La habían bautizado como Guiya X, una hermosa nave
compuesta por 3 millones 364 mil piezas, creada y elaborada por más de cinco
millones de uruk, en una hazaña colectiva que demoró 212 años, desde que Guiya
entendió la importancia de la Espada Estelar para su especie.
La gran comisión, equipo conformado por los más
altos sabios de cada una de las seis tribus Uruk, organizó en menos de 20 años
la distribución de las tareas: investigación, mecánica, propulsión, astronomía,
el desarrollo acelerado de las matemáticas, la ingeniería y las fuentes de
energía. Los uruk de todo el planeta, con su característica entereza e
irreductiblemente decididos, se pasaron más de dos siglos creando la nave
perfecta de la primera misión.
Fabe era el planeta señalado, el único del sistema
que prometía tener vida inteligente, un lugar donde llegar y estrechar unas
manos alienígenas y así acabar por siempre con la temible pesadilla de la
soledad cósmica.
Masha, uno de los ocho tripulantes de la nave,
trataba de no temblar. El entrenamiento, a pesar de lo estricto y minucioso,
parecía haber sido insuficiente para aplacar las ansias irreductibles que le
invadieron cuando la voz de Nayam, la operadora de control, comenzó la cuenta
regresiva.
Diez…era la señal para destrabar los lastres,
pesados anclajes que sostenían el cohete de 102 toneladas que alcanzaría 11,19
Km por segundo gracias a los enormes propulsores.
Nueve…activaba el control de guía, un delicado y
preciso sistema de relojería en el que los mejores ingenieros de la especie habían
comprometido sus vidas, conscientes de que de sus decisiones y prolijidad
dependería la vida y el éxito de la misión.
Ocho…Masha iniciaba la presurización de la cabina y
recirculación del aire de la nave, un ingenioso sistema creado por el gran
Furk-Sa de la tribu U-Tan.
Siete…la nave vibraba como un gran monstruo
tratando de librarse de las pesadas cadenas de la gravedad, agitando inclemente
las entrañas de los ocho tripulantes. En el entrenamiento habían aprendido
mucho sobre el sistema de propulsión primario ideado por Guiya, un artilugio
que costó tanto esfuerzo como sacrificio.
Seis…Masha miró de reojo a su compañera Yara, una
joven y valiente científica de la tribu U-Naru que había sido elegida no sólo
por su destreza intelectual, sino también por su temeridad implacable y
excepcional entrega. La vibración ahora era un aterrador zumbido que lo colmaba
todo.
Cinco…las luces de la cabina y todos los sistemas
no necesarios entraban en suspenso, dejando que la tenue luz del amanecer del
primer día de invierno del 2024 invada la nave con su siempre misterioso y
emotivo escarlata.
Cuatro…no había manera de disimular la tensión en
cada uno de los ocho tripulantes. A través de los intercomunicadores solo podía
escucharse la pesada y agitada respiración de los astronautas. El lanzamiento
era inminente, en tres segundos habrían cruzado el punto de no retorno.
Tres…el capitán de la tripulación, Terek, sentía
sobre todo su ser la responsabilidad de llegar al planeta Fabe y traerlos de
vuelta, a sabiendas que existía más de un 30 por ciento de probabilidades de
falla.
Dos…los motores habían alcanzado el 90% de su
potencia y Terek oprimiría el botón que los libraría de la atracción
gravitacional cuando los cinco propulsores entren en funcionamiento.
Uno…una lágrima esquiva e inevitable corría por la
mejilla sudorosa de Mahsa, se jugaba la vida, la felicidad o el pesar de su
familia, de su hermosa Jandra, su compañera, de sus hijos Lukzi y Yunnaa,
aquellos que habían aceptado que su padre se entregaría a una misión con
posibilidades de no retorno.
—¡Despegue!… Masha apretó los dientes, contuvo la
respiración, cerró los ojos… Guiya X había alcanzado la velocidad de escape.
5. Sin retorno
El viaje se había extendido por 2048 días a una
increíble velocidad de dieciséis por ciento por encima de la velocidad de la
luz. Fabe estaba cada vez más cerca. Los
científicos no se habían equivocado, los ingenieros, los astrónomos, los
astronautas de prueba, los mecánicos, los sociólogos, los filósofos, los que
entregaron sus vidas en la experimentación, los que heredaron y luego dieron en herencia el arte de la
observación metódica y consecuente, los que rebuscaron y no se rindieron en la
ardua tarea de observar miles y miles de estrellas, los que bautizaron a los millones
de casi imperceptibles planetas, los
anónimos voluntarios, los victoriosos, los colosales identificables,
todos lo hicieron.
La naturaleza uruk era insólita e indomable. Esta
raza planetaria entregada por sobre todas las cosas a la alta tarea de encontrar
vida entre las estrellas, encaprichada en abrazarse con otras civilizaciones,
en compartir historias y conocimientos, paisajes y emociones más allá de su
propia atmósfera para dejar de sentirse solos, para terminar con esa sospechada
e inaceptable orfandad.
La nave llegaría en cualquier momento a Fabe, por
eso, millones de uruk estaban expectantes en sus casas, en sus plazas, reunidos
en grupos pequeños o grandes, aguardando que se anuncie la primera comunicación
desde Fabe. La hora probable indicada era las 10:24, según el horario
universal. Pero no pasó nada, ni una, ni dos, ni diez horas más tarde. La
niebla de la frustración comenzaba a opacar la esperanza, los rostros de los
uruk habían palidecido y las sonrisas se habían borrado. Nadie durmió esa
noche, nadie paró de hablar sobre lo que podría haber sucedido con la misión,
nadie quería decir de frente que ya había perdido la esperanza y nadie tenía
tanto valor como para echarse encima tan inconmensurable fracaso.
Los meses que siguieron no fueron mejores. Surgió
todo tipo de teorías sobre el destino de la tripulación y la nave. Que si era
una falla, que si se habían estrellado o que si los inefables habitantes de
Fabe, hostiles contra todo pronóstico, los habrían asesinado. No se escatimó
esfuerzo para hallar una respuesta razonable: foros, convenciones, cumbres de
alto nivel, informes minuciosos y exhaustivos, simulaciones y reconstrucciones
siempre concluían lo mismo: —No había falla en la misión, —lo que dejaba una
sola opción posible— los ignotos habitantes de Fabe debieron destruir la nave.
Finalmente, esta última teoría fue la
aceptada. Y comenzó la discusión
planetaria sobre cómo responder ante lo que, desde ese momento, sería llamado
Guë-mash[5]: El Gran Sacrificio. La
conclusión no se dejó esperar, en apenas 16 meses se pactó el acuerdo
planetario, las seis tribus de Uruk planearían la venganza.
6. La Gran Cruzada
Los uruk no estaban acostumbrados a perder, el Gran
Sacrificio no resultaría en vano y por ello se requería de un Guë-rimash[6], una Gran Cruzada, una acción
colectiva que involucraría el concurso coordinado de millones de uruk, una
nueva gran hazaña para honrar al otro, al hermano muerto, una prueba inmaculada
de la voluntad férrea de aquella temeraria especie acorazada de resiliencia e
ingenio.
En el anochecer del octavo día del octavo año,
después del Guë-mash, los seis máximos Drimas de Uruk se reunieron en la plaza
de Benghe, colocándose cada uno frente a la cara que le correspondía a su tribu
en el hexágono de obsidiana. Desde ahí, y a los pies de la Espada Estelar,
aquel monumento que había signado el destino de su especie dándole sentido a
Enumelish, significado fue revelado por Guiya, una joven ingeniera de 23 años y
cuya inteligente reflexión terminó
lanzando al espacio a los Uruk; el Kè[7] - la fuerza Uruk -, aquella
que bendecirían los Drimas, no estaría enfocado en darle la mano a los hermanos
cósmicos, como siempre había sido; el Kè estaría destinado a golpear a Fabe
hasta someterlo o aniquilarlo.
Un mil veinticuatro naves, que habrían servido para
la exploración del espacio, fueron acondicionadas y preparadas para destruir al
enemigo. Engalanaron el inmaculado blanco de aquellos blancos fuselajes con
elegantes adornos dorados cargados de significado. Algunos representaban la
fuerza de Enumelish, otros, a través de intrincadas y casi musicales formas,
lucían espléndidos los nombres de las seis tribus uruk. Estaban, además, los
íconos que representaban el espíritu de la ciencia y las artes, rodeados de
hermosos caracteres entrelazados que contenían los nombres de sus héroes.
Largas frases contenían la esencia de la filosofía uruk, podía leerse,
trenzadas sobre los perfiles de las naves y como fluyendo en un eterno
continuo, claro y hermoso, los muy antiguos triglifos que usaban para
representar sus más altos valores: Ciencia, Coraje, Empeño y Unidad.
No fue poco el trabajo, ni grato. Esta alta
sociedad, que durante siglos había sido impulsada por un sincero espíritu de
hermandad y compromiso con la naturaleza del cosmos o -al menos- lo que ellos
entendían por tal, actuaba ahora por rencor y odio, impulsada por el apremio de
encontrar una explicación al fracaso de su misión.
Fue así que reemplazaron los aparatos científicos
por armas. Las bodegas que otrora se encontraban llenas de numerosos obsequios
y deslumbrantes muestras de la cultura y el arte uruk, fueron abarrotadas de
municiones, de los más mortíferos explosivos y de todo tipo conocido de bombas
venenosas. El templo de la belleza había sido transformado en el templo de la
muerte.
Cuando las naves estuvieron listas partieron una
tras otra y orbitaron varias veces el planeta a baja altura, siguiendo la
eclíptica, atravesando los polos, siguiendo el ecuador y cruzando los
meridianos. Esa larga y celestial procesión
pudo ser vista durante varios días por todos los habitantes de Uruk; sin lugar
a dudas no quedó nadie que no haya salido a la terraza o a la calle o al
balcón. Hasta la última ventana en Uruk fue aprovechada para despedir a sus
cruzados. Pero había que tener claro que cada uruk que agitaba la mano o
lanzaba un vítor le sumaba un poco de fuerza al odio que hoy movía a su
especie, el odio con que habían reemplazado el amor, el odio convocado por la
fuerza de la incertidumbre y el espanto que provocaba el fracaso. En ese
catastrófico momento, el miedo venció a la esperanza.
Y así, en un parpadeo, el largo sueño uruk de la
hermandad cósmica había sido reemplazado por el primitivo impulso de poner en
su lugar a los habitantes de Fabe, de cuya existencia no poseían ninguna prueba
concluyente. Un parpadeo en el tiempo, es todo lo que se necesitó para que el
espíritu de Enumelish pierda todo sentido.
Finalmente, todas las naves partieron y fue larga
la espera para cada habitante de Uruk, pero en el inevitable abismo del
continuo, todo llega y así llegó el día y la hora programada y con ella
llegaron las malas noticias.
7. ¿Estamos solos?
Las naves habían aterrizado con éxito, sí, pero no
encontraron a nadie con quién combatir, salvo unos cuantos primates, insectos,
algunas aves y una frondosa y colorida vegetación; Fabe estaba deshabitado.
La incertidumbre ya no estaba al acecho, esta se
apoderó de Uruk como una fiera atrapando a su presa, aprisionando su cuello,
saciando con sangre su sed de venganza.
Ya no les importaba tanto aquellos siglos de
trabajo que ahora parecían en vano; poco importante era que hubieran hecho todo
esto basados en una triste ilusión. El hecho contundente era que apenas les
quedaban maneras para demostrar que no estaban solos, que no eran la única
especie inteligente, los huérfanos del cosmos. Sabían que algo debían hacer. Y
sabían que la única forma de saberlo era continuar explorando, visitar cuantos
mundos con indicios de vida inteligente les sea posible y para ello, los uruk
decidieron embarcarse en otra gran y heroica hazaña.
Hicieron un plan. Las naves que habían aterrizado
en Fabe serían divididas en dos grupos, dos tercios regresarían a Uruk con lo
mínimo indispensable y el tercio restante, reacondicionado, continuaría viaje
hacia los 86 planetas con indicios de vida inteligente.
Cuatro mil quinientos seres partieron en una misión
suicida. Al cabo de 8 años ninguna nave dio noticias, en el décimo aniversario
del Guë-rìmash, los Drimas concluyeron: —Estamos solos.
8. Criaturas
La idea provino de la tribu U-Naru y fue aceptada
por las demás porque se alzó como un halo de esperanza en medio de una pandemia
de frustración. Fue una manera de expiar profundos errores, incluyendo el haber
enviado a la muerte a tantos hermanos. El objetivo era vencer la soledad como
un fin misional de la especie uruk. Se trataba de revestir a Enumelish de un
nuevo y más glorioso significado. Ya que no había nadie a quien dar la mano,
habría que crearlos.
Así nació el proyecto más ambicioso de la
civilización Uruk; poblar la galaxia con sus propias criaturas. Enum-gakär, le
llamaron, el Gran Sino comenzaba.
La logística era inmensa, las dimensiones del
proyecto, inconmensurables. Debían de alcanzar 2048 planetas, mismos que serían
sembrados y posteriormente observados por 124 siglos. Y así lo hicieron,
desarrollaron sus semillas, las U-geka, prepararon las flotas y se lanzaron
hacia su meta.
Sin embargo, la dieciseisava generación comenzó a
mostrar defectos, la semilla había revelado un error imprevisto y las criaturas
de los uruk comenzaban a degenerarse rápidamente. En menos de mil años la
civilización idílica colapsaba irremediablemente y los Uruk solo observaban.
No había cura, un siglo de esfuerzos y cientos de
misiones científicas llegaron a la misma conclusión; el error en el código de
U-geka era catastrófico, las criaturas morirían indefectiblemente tras un largo
suplicio que podría extenderse hasta por cuatro generaciones más.
A veces el dolor, cuando se confunde con la
frustración y la poca autocrítica, puede
convertir al más cálido corazón en un irreductible témpano. Aquellos a
los que los uruk llamaron “nuestros hijos”, los nacidos de las semillas U-geka,
las bellas y esbeltas criaturas, la máxima creación de una especie excepcional,
la sublimación de Enumelish, fueron, finalmente, reducidos a un error
irreparable, pero que podía ser anulado.
9. La purga
El plan era eliminar a todos con un virus.
Extrañamente, no hubo grandes debates morales, era como si los uruk se hubieran
atado el corazón, como si hubieran cesado sus sentimientos. Acabar con la vida
de millones de criaturas les habría parecido como limpiar la leche derramada.
Luego podrían comenzar de nuevo, o al menos eso creyeron.
En una misma mañana, miles de naves uruk se
dispusieron para trazar cuadrículas sobre los planetas que habían sembrado.
Estas arrojarían en la atmósfera el virus e inocularían a sus criaturas,
asesinarían a sus hijos, borrarían su error. Empezarían de nuevo, una segunda
oportunidad cuyo costo habría que contarse en millones de vidas. Al menos
sufrirían menos, creyeron. Al menos podrían empezar de nuevo, creyeron.
Pero el virus se filtró e infectó también a los
uruk. Vanos fueron los intentos por detener la infección, ellos mismos no
podían salvarse, ellos mismos se habían condenado.
Y comenzó una irreversible cuenta regresiva, en 100
años, 9 meses y 7 días moriría el último uruk y el último hijo de los uruk.
Dioses y criaturas habrían llegado a su fin. Nadie pudo vislumbrar una
solución, el Drimas no se reunió y Enumelish carecía de significado.
10. Antiguos
Greya estaba embarazada y desesperada. Con casi
ninguna posibilidad de sobrevivir decidió tomar una nave y lanzarse a los
confines del cosmos. —¿No era acaso aquello lo que siempre hicieron los uruk,
lanzarse, sumergirse, zambullirse en lo ignoto? Luchar hasta el último suspiro.
Greya trazó el curso hacia un punto ciego de la
carta estelar y arrancó los motores. En pocos segundos había atravesado la
atmósfera y la pequeña nave se adentraba en el mar oscuro de la nada. Pensaba
en él, pensaba en su hijo, tal vez podría llamarse Agrak, tal vez no podría
llegar a ponerle un nombre.
Agrak nació al cabo de ocho semanas y sobrevivió
junto a su madre por doce años, hasta que Greya murió. La energía en la nave
escaseaba, ya apenas se podía producir nutrientes, el agua y el oxígeno,
indefectiblemente llegarían a su fin. Agrak aprendía a estar sólo, vagando sin
rumbo, amenazado por la inanición y condenado a morir en el abismo cósmico.
A los 16 años estaba resignado, estaba muriendo,
seco y desnutrido, en una nave que había agotado todas sus reservas. —Inútil
existencia, nacer para morir sin nada y en la nada, se decía a sí mismo,
cargando el irracional peso de su floreciente juventud. Se recostó,
desahuciado, resignado, rendido, esperando la muerte y la ilusión de un más
allá donde encontrarse con su madre. Cerró los ojos.
De pronto sintió una fuerte sacudida y despertó. En
los monitores podía verse una inmensa nave, nada que haya visto, nada que le
haya contado su madre. El coloso era tan grande como una antigua ciudad del
esplendor de Uruk, flotando parecía una inmensa bailarina en el etéreo espacio
con el nombre Guiya X. Un par de cálidas manos le limpiaron la sien y le
dejaron caer un tibio chorro de agua sobre los labios.
—Vas a vivir, hijo, dijo Masha y Agrak cayó en un
largo sueño.
[1] U-ruk - uno mismo, inicio o punto de partida; ruk se aplica a
verbos y sustantivos sobre la creación, el mundo Uruk o cualquier lugar o idea
donde exista vida.
[2] Gri-na: gri – azul; na- mundo.
[3] Mu-na: mu – rojo; na -mundo.
[4] Enu-mel-ish: enu - semilla, mel - identificar una meta, lish - la
meta no se puede alcanzar sin antes mantenerse vivo).
[5] Guë-mash – Gran –
sacrificio.
[6] Guë-rìmash: Gran – rì –
mash: rì, delante de mash, cambia el sentido de mash (sacrificio personal), por
el de un sacrificio colectivo y consensuado, rì significa unidad, que proviene
de rh que es la esencia uruk.
[7] Kè es la fuerza uruk, así
como rì es la unidad uruk. Es por ello que popularmente se dice que u-r-u-k
significa: “uno en la unidad de todos y uno en la fuerza de los demás”
**********************************
"Enumelish" es publicado con autorización del autor. Podrá ser removido de este sitio a simple requerimiento del mismo.
Fotografía: Perfil de Facebook de Alejandro Canedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario