Amílkar Jaldín Rojas

 


Santa Cruz 1956. Su libro Llave de agua ganó una Mención de Honor en el Premio de Noveles Escritores convocado por la Cámara del Libro de Santa Cruz. sus poemas se han publicado en revistas y en la Antología provisional (1986) recopilada por Antonio Rojas. Tiene cuentos publicados en el libro Taller del cuento nuevo (1986) coordinado por Jorge Suárez, y en Había una vez… (1997) colección de relatos de la Sociedad Cruceña de Escritores.

“Su lenguaje se balancea en la hamaca pendular y recorre la vertiente del perseverante flujo desde la vigilia que acontece en la casa hacia la sensual humedad de la ciudad abierta y concéntrica con su propia agua sobre el asombro de una a una con todas sus expresiones tanto como el fuego mayor de una flor de toborochi y otras como las recónditas de un sur y chilchi.” (Eduardo Kunstek)

El contenido de esta colección de poemas es Selección propia del autor:

·         45

·         DO

·         Golpe bajo

·         Igual

·         Inútil

·         Jugada maestra

·         Reiniciar

 


45

 

Ella duerme conmigo:

es mi novia, mi amante, mi querida,

una esclava sujeta a mis deseos.

 

Ella no es buena, no es mala,

hace lo que quiero.

 

A veces tengo miedo.

 

Cuando el deseo llega

es más que metal yerto entre mis dedos

o rígida presencia en mi cintura.

 

Entonces pide la caricia última.

 

Íntimo contacto con la piel

suave y firme toque en el gatillo

sangre desbordada

por su fogonazo y trueno.

 

Despierto y siento que me mira:

es un orificio sólo de salida

es un ojo ciego que taladra

es un dedo índice en mi sien.

 

Do

Las aves buscan

pentagramas de cables:

escriben música.

 

Emerge el agua.

Un concierto de trinos

despierta lluvias.

 

El pasto crece,

verdea entre adoquines.

La calle vive.

 

Sobre las nubes

ríe, guiña el buen Dios:        

El sol se oculta.

 

Brillan tus ojos

orientando a los barcos.

Naufraga mi alma.

 

 

Golpe bajo

En poesía vale todo

mezcla los estilos

piensa en las artes marciales mixtas,

o mejor en las peleas callejeras:

sin reglas.

Golpea.

Acaricia.

Aprieta.

Araña.

Que tu palabra

sea puño sin guante.

Todo vale.

Golpea la cabeza

los sentidos.

Si te da la gana

acaricia la piel

aprieta las sensaciones

araña el alma.

Busca, usa la palabra,

si no existe invéntala:

recuerda que

en vos está el poder

de transformarla

en la cuna de un bebé

o en el estuche de la muerte.

Acaricia.

Aprieta.

Araña.

Golpea.

Que tu palabra

sea el veneno

y el antídoto.

 

Igual

 

El ave yace sobre el pasto.

 

Y no hay rastros de los adornos de la muerte

no hay sangre

rictus de dolor,

ni lágrimas.

 

Los vidrios de las ventanas son testigos:

la engañó el reflejo

y no pudo detener su vuelo.

 

A nosotros también nos pasa.

 

 

Inútil

 

Perseguir el grito

no el nuestro

el de los otros

desde la mancha

roja

a la mortaja

blanca.

 

Y al final

encontrarnos con la dama:

 

violada

sin balanza

golpeando a ciegas

con su espada rota. 

 

 

Jugada maestra

 

 

“Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,

ciertamente no habrá cesado el rito”.

           Jorge Luis Borges, Ajedrez

 

Ya tenían la experiencia

sabían cómo hacerlo

fundaron la ciudad

conforme el rey quería

la cuadricularon

en forma de damero.

 

Frente a la plaza

se apartó el solar

para la iglesia.

 

La casa de Dios

vigía de la fe

se construyó

mirando al Norte.

 

Por propia voluntad

transformaron árboles

en horcones

de fuste esbelto

y recios capiteles.

 

Las columnas de la selva

ahora sostenían

aleros señoriales

y hamacas tejidas

con los hilos

que Dios usó

para bordar

las nubes

y fabricar

los sueños.

 

Calles rectas

perpendiculares

amplias

para que el viento

haga su trabajo

barra y borre

pestes

enfermedades

pesadillas,

empuje monte adentro

los colmillos

fieros, felinos

de otros dueños

reyes también

reclamando

territorios.

 

Según lo instruido

emergió la ciudad

como un tablero,

expectante

esperó

a los trebejos

para empezar el juego.

 

Su Excelencia,

de haber sabido

que criollos

a caballo,

obispos

mestizos,

peones

bárbaros,

aprenderían a jugar,

pondrían

en jaque al rey

y acabarían

dueños

de piezas 

y tablero,

hubiera ordenado

otra cosa:

 

Nunca la ciudad

en forma de damero.

 

Reiniciar

                  

Cuando sienta que se acaban los granos de mi reloj de arena

intentaré mi última hazaña

como cruzar nadando algún océano

coronar alguna cumbre

o tal vez,

proeza más extrema intento último,

bucear en las profundidades de mí mismo

sabiendo que es imposible tocar fondo.

 

Zambullirme.

 

De repente encuentre la palabra

la que falta para ponerle punto final a ese poema

que guardo

que escondo

avergonzado en la memoria.

 

O, no sé si peor o mejor aún,

que la palabra sea el poema

 

Tengo miedo

del hallazgo,

de alcanzar la otra orilla,

de conquistar la montaña

 

de querer empezar de nuevo

sabiendo que es inútil

darle vuelta a mi reloj de arena.

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https://www.behance.net/gallery/103283803/Amilkar-Jaldin-Rojas/modules/594041641

1 comentario:

  1. Bellísimos todos tus poemas querido Amilkar, lo quiero el libro entero.

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