Oruro 1.953.
Ha publicado DE/LIRIOS (1985), “La trama del viento” (1993), “Juegos fatuos”
(2007). Tiene prevista una próxima publicación del libro de poemas: “Aura
nómada”. Además, publicó la antología “La poesía en Oruro” junto a Alberto
Guerra (1992).
“En la “Trama del Viento” la pasión por la
palabra no ha cedido, hay juego y descubrimiento, pero sí creo, se ha
desplazado a un horizonte de sentido de gran densidad. El espacio de su poesía
es el espacio vital de su existencia: el altiplano. La apuesta de Edwin Guzmán
sigue siendo por la palabra, pero su palabra es una palabra grave como el
altiplano, una palabra dichosa como la fiesta; es una palabra que cubre y
descubre nuestro rostro” Rubén Vargas.
“El cuerpo es un animal borroso” escribe
Edwin Guzmán, y desde ese indefinido contorno de su escritura, trasunta una
vitalidad de ácida celebración convocando objetos, nombres y lugares…Poemas
urdidos a lo largo de más de una década. Un libro (“Juegos fatuos”) de soledad compartida, escritura inteligente, fresca
y estimulante”. Benjamín Chávez.
Selección
de poemas propia del autor:
- ·
APOCALIPSIS
- ·
ANDRÓGINO
- ·
NO TE CONVOCA
- ·
EL ESPEJO DECRECE
- ·
OIR
- ·
TE TRAGAS
- ·
EL MAESTRO
APOCALIPSIS
¡Y plop!
desaparece
Dios
Plop!
los vivos
los
ex-vivos
Plop!
los
animales
las
plantas
el
mismísimo universo
¿Qué
queda
ahora
sino un
tufillo sacro
un olor
a azufre
desaliñado?
ANDRÓGINO
Conozco
un apellido sin nombre
un nombre
que quiere ser
Conozco
un ser
cuyo
nombre es hombre
y su
apellido mujer
NO TE CONVOCA
la guerra
o épica alguna
Ni sus burdas
metáforas
el fútbol
o la cámara
nupcial
Te basta
reptar
sobre los libros
--caracol lúbrico
La baba
sobre la letra
te delata.
EL ESPEJO DECRECE
a medida
que uno envejece.
Si SOY
¿soy?
Si ESTOY
¿estoy?
Menos el
nombre
que no
tiene espejo
que lo nombre
OIR
Oír tiene
que ver
con ver
lo que
oyes
abrir el
sonido
develar
le melodía
Tocar el
escurridizo yo
de las
palabras
entregar
el ser
entero al oído
despertar
la música
de las esferas
el
murmullo tatuado en el viento
la voz
detrás de la voz que palpita
Oír
tiene un
ángel oficiando
en el
oído
una
promesa de eternidad
Se suma
el ojo
la piel
las
nervaduras inaudibles
del deseo
el
tintineo del tiempo
Oír
es un
albur
es callar
para escucharse
es irse
suavemente en un vuelo desasido
es tocar
el aura indecible de la música
es el
tallo del cuerpo que vibra enfebrecido
Oír
es dejar
de ser
para ver
el tiempo
fugitivo
resplandecer
TE
TRAGAS
Villon
las alas
fracturadas de Trakl
devoras
el
cósmico azar de Mallarmé
el Kubla
Khan de Coleridge
Te soplas
al Panero
del claustro de Mondragón
la
Rosa-Espinel de Martín Adán
te
inyectas
la
Pizarnik entre sus espirales psicotrópicas
Titubeante
ante las
acracias de Arturo
te tragas
a Borda,
taladras
el horizonte
masticas
el poniente,
las
imágenes prensadas en la sien
abres las
compuertas de la noche
sonámbulo
entre las
exhalaciones de la piel
navegas
bajo la humareda del corazón
el
laberinto de la lengua
Te paras
de cabeza
hieres de
lunas la retina
--al
final eructas
quieres
escribir
y nada.
EL MAESTRO
Percatarme
que la retahíla, las verbigracias, las pomposas teorías, las inferencias y los cíclicos
autores, el minotauro, los búhos revoloteando entre tanta palabrería y, por si fuera
poco, la empecinada duda de todos los días, es el camino que me llevó a
recordar que son varios años que oficio de maestro.
¿Acaso me
lo había propuesto? Proclamar en voz alta libros leídos, voces escuchadas, universos
husmeados tiene a menudo destinos imprevisibles. Sé que hay una música peligrosa
en mis palabras, ya que dibujar mundos, pintar sus continentes, palabrear lo intangible
lleva el riesgo de fundar credos.
Porque
¿qué se agita dentro la fascinación de los saberes sino una gula de infinito?,
¿qué, sino la construcción de andamios para fiscalizar los fastos de la
creación y así plagiar el modelo a través de instrumentos réprobos?, ¿qué, sino
la especulación que fragmenta y confunde al mundo?, ¿qué, sino el cultivo de
empecinadas aporías con que presume la procelosa razón?, ¿qué, si no esos
densos ladrillos para las almenas del príncipe?
Por ello,
rompo la legislación del conciliábulo para tatuarme en la frente el flamígero “non servían”. Barro las doxas y las
razones ortodoxas, revuelvo los cuadrivium para confundir a casta de los
inspirados. La sabiduría es una costra
que oculta las palpitaciones de una materia virgen. La Navaja de Ockam y el
fantasma del Leviatán me anuncian que no pocos infiernos se exhalan aun por
nuestras bocas.
En las
páginas de los libros de las ciencias galopan famélicos bestiarios, conceptos devorados
por el tiempo, sentencias de veridicción oscura, apostasías, y la genuflexión de
los posesos por las grandes aserciones. Miro con triste fe cómo mis tratados de
ciencia se agostan mientras el olvido sopla bruma sobre sus páginas.
Y entre
examinandas, parsimoniosos académicos, babélicas bibliotecas y empecinados tratadistas,
saberes culmine y retóricos solemnes, miro el espejo de mis días de hombre raído
por la lluvia, oigo mi voz que me arrastra y que rezonga.
Entonces,
este viejo maestro
acaricia
una brisa vagabunda
mira el
atardecer que se acerca lentamente
abre las
alas y canta
contra el
pálido sol de vademécum.
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https://www.behance.net/gallery/103287273/Edwin-Guzman-Ortiz/modules/594058025
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