Cuando callan las campanas
San Joaquín: Agua Dulce y Sangre Amarga
Reseña
En Cuando callan las campanas se ha encapsulado el episodio más triste y doloroso de la historia del Beni: la fiebre hemorrágica de San Joaquín de Agua Dulce. Es una crónica fantástica, un relato vigoroso que estremece y conmueve por su excelente nivel narrativo y por la extraordinaria sensibilidad del autor para mostrarnos una realidad tan cruel como la epidemia que aniquiló, ante la indiferencia de los políticos de turno, a toda una región del Oriente boliviano.
Es una novela con una estructura bien sincronizada y elegante estilo, basada en
documentos de la época y en entrevistas a los protagonistas de los sucesos. Con
experimentada maestría en el arte de la palabra, se condensa el universo
político, cultural y social de los años 1958 a 1964 en San Joaquín, el Beni y
Bolivia. Añez, pinta con nitidez e intensidad el drama cotidiano, la angustia
existencial, la incertidumbre, impotencia y bronca de los joaquinianos. Cuando
callan las campanas es una obra desgarradora pero amena, que seduce e invita a
ingresar en su laberinto para inaugurar una partida de ajedrez en cada línea
donde se describe la tragedia de un pueblo jugando, dantescamente, el jaque
mate de la vida.
Edgar Lora Gumiel
Presentación
Esta es una historia de coraje, amor y
compromiso con el prójimo. Es un homenaje a los hombres y mujeres que arriesgan
sus vidas para proteger las de los demás. Esta obra trata sobre los hechos
ocurridos en San Joaquín de Agua Dulce, que fue afectada por una epidemia de
fiebre hemorrágica provocada por el virus Machupo, a raíz de una ruptura en el
equilibrio ecológico de la región entre los años de 1958 a 1964. Cada vez que
una especie vegetal o animal desaparece, se genera un desequilibrio en su
ecosistema, provocando la muerte de otros animales o la sobrepoblación de otra
especie. Así tenemos que la extinción de diferentes especies de animales o
plantas, incrementan el aparecimiento de enfermedades infecciosas en los
humanos. Al escribir una novela, es posible corregir omisiones históricas para
abordar grandes verdades que tienen que ser dichas, que tienen que ser
encaradas. Esta es una de ellas
Parte
I
San Joaquín, Beni, Bolivia, 1958. En una de
las piezas del pequeño hospital, la enfermera Corina Ojopi observa con pesar y
preocupación la rapidez con que se extingue la vida de Elías Vaca. San Joaquín
es un pueblo sin médicos y es a la “señora Corina”, como es conocida por todos,
que la población acude en busca de ayuda para enfrentar todo tipo de enfermedades.
Ella es una mujer de buena estatura, piel trigeña, hablar pausado y seguro. Su
personalidad y presencia inspiran confianza y respeto. Hace tres días, Elías
llegó al hospital acompañado por dos de sus hijos acostado en un viejo carretón
jalado por una yunta de bueyes torunos. Es un campesino que junto con su
familia se dedica a la siembra de plátano y yuca. También es conocido por ser
un excelente cazador de nutrias, jaguares y gatos del monte –principalmente el
tigrillo– cuyas pieles vende al mejor postor. Al ingresar al hospital tenía
fiebre alta, diarrea, dolor de cabeza y espalda, y caminaba con pasos cortos y
oscilantes. Si no fuera por su tez demacrada y gemidos de dolor, fácilmente
sería confundido con alguien bajo los efectos del alcohol.
A pesar de la experiencia de la enfermera
Ojopi sobre las dolencias tropicales que afectan a las personas de esta región
de la amazonia boliviana, la evolución del estado del paciente la confunde cada
día que pasa. Si inicialmente lo diagnosticó como portador de paratifus, los
síntomas que presenta no encajan con esta enfermedad. Su piel exageradamente
colorada es una anomalía no vista en otras enfermedades. Es como si los vasos
sanguíneos quisieran aflorar, salirse o que se hayan reventado. Ningún
analgésico disponible ayuda a disminuir el dolor. El paciente siente dolor en
la piel, en la cabeza, en la espalda y también en las articulaciones. Para
complicar aún más las cosas, en las últimas horas muestra sangrado en las
encías y un flujo de sangre insiste en salir por la nariz. Los sueros y los
antibióticos parecen ser completamente ineficaces. El enfermo empeora y ninguna
de las enfermeras que trabajan en el hospital bajo las órdenes de Corina Ojopi
consigue entender la enfermedad contra la que combaten.
1959
El año se inicia con San Joaquín soportando
una inundación de proporciones épicas. Azotados por incesantes lluvias y el
desborde de los ríos Machupo y Mamoré, los estancieros grandes, medianos y
pequeños miran con desolación sus campos cubiertos de agua y con resignación
las centenas de cabezas de ganado ahogado y el esfuerzo de años perdidos. Rubén
Borda es uno de los más afectados, al igual que Ramiro Mejía, Braulio Bazán,
Ramón Villavicencio, Pancho Álvarez y tantos otros. El padre Andrés tiene
bastante trabajo que ejecutar. El Vicariato del Beni tiene varias propiedades
ganaderas con miles de reses dispersas por todo el departamento y en la provincia
Mamoré no es diferente. Como responsable de la región, el sacerdote tiene
también que velar por la buena administración de estos bienes. Interceder ante
San Pedro pidiendo que responda a las plegarias de la gente para que deje de
llover es tarea fácil, lo difícil es llevar el ganado a las alturas y
providenciar alojamiento y alimento para cobijar y alimentar a familias enteras
de campesinos e indígenas que llegan al pueblo con una mano adelante y otra
atrás. Los colegios se vuelven albergues y la cocina comunitaria es la
respuesta inmediata para mitigar el hambre. Con el agua hasta la cintura, la
gente ha abandonado sus chacos para dirigirse al poblado en busca de
protección. Los animales silvestres también mueren a montones y los que mejor
suerte tienen se refugian en las alturas que encuentran. Muchos de estos
animales, como ser ratones, víboras, urinas, ciervos y todo tipo de insectos,
guiados por su instinto de sobrevivencia, llegan hasta el pueblo buscando
refugio en las calles, patios y casas. Por las noches, antes de acostarse, hay
que colocar el mosquitero y revisar con mucho cuidado la habitación. Encontrar
debajo de la almohada una víbora venenosa enroscada durmiendo plácidamente es
una experiencia asustadora y más común de lo que se supone. La vida en el Beni
es dura. Si los que tienen bienes materiales sufren, los que no los tienen es
para ponerse a llorar. El temple de su gente es formidable.
1960
El año empieza con la epidemia pintando y bordando con la salud de los joaquinianos y con la desolación de la gente en aumento. En los primeros días de enero, el mal ataca al propietario de la estancia Las Mellizas. Al despertar esa mañana, José Aguayo se sobresalta al sentir dolor de cabeza y de espalda. Su cuerpo está cansado. Es como que una gripe fuerte se estuviera incubando en su organismo. Ya ha visto morir en el pueblo a gente afectada por la temida enfermedad y también ha escuchado a su amiga Corina Ojopi explicar sobre los síntomas. Pasan las horas y comienza a manifestarse la fiebre. Sin más demoras ordena que le ensillen un caballo para partir a San Joaquín en busca de ayuda. Está preparando la partida cuando es informado que Ricardo Rafu, uno de sus peones, también se encuentra con fiebre, dolor de cabeza y de espalda. Al instante ordena que ensillen otro caballo para Ricardo. La estancia Las Mellizas queda cerca de San Joaquín, a dos horas de caballo para ser exactos. En el hospital, el doctor Rioja y la enfermera Ojopi atienden a ambos y le sugieren a José Aguayo tomar una avioneta y buscar para él y su empleado una mejor atención médica en la ciudad de Trinidad. Al ser la capital del departamento, el servicio de salud pública funciona un poco mejor. El hospital de San Joaquín no tiene un solo suero a disposición. Los enfermos están siendo hidratados con suero casero, es decir, con sal y azúcar diluida en agua hervida y después bebida. Carlos Rioja y Corina Ojopi acompañan hasta el aeropuerto a José Aguayo y Ricardo Rafu y permanecen al lado de ellos, ante la mirada curiosa y asustada de la gente, hasta que embarcan a la avioneta.
1961
El año empieza mal. La muerte de Diógenes Guardia y dos miembros de su familia en una zona del pueblo donde no se habían registrado casos de infección alarma aún más a la población. En el cementerio no han echado la última palada de tierra sobre los cajones de la familia Guardia, cuando anuncian los decesos de Faustino Tababary y su hijo mayor Ricardo, en un barrio diametralmente opuesto al primero. Ahora la fiebre hemorrágica ataca de sur a norte y de este a oeste en San Joaquín, y esto desencadena una histeria colectiva entre los pobladores. Los dueños de las embarcaciones que llegan al puerto del río Machupo para cargar ganado, una vez más, azorados miran cómo estas se llenan de gente. “Los vamos a llevar”, dicen los comandantes, “¡pero por lo menos dígannos adónde van!”. La gente en su desesperación responde: “¡Donde vaya la embarcación!”. Una escena que parte el corazón a los que la presencian, es la de un niño mudo de aproximadamente diez años que se sube a una embarcación y quieren bajarlo. Llorando y aferrado con las piernas como una tenaza a una pilastra de madera, mediante mímicas desesperadas se hace entender que es huérfano. La fiebre hemorrágica se ha llevado a sus padres y hermanos. El comandante, al ver la dura realidad del niño mudo, ordena a los marineros que lo dejen permanecer en la embarcación y le den de comer. Situaciones dramáticas como esta se ven prácticamente todos los días en el puerto. La cantidad de huérfanos viene en aumento.
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Miguel Ángel Añez Suárez, nace en San Joaquín, Beni, Bolivia, en 1958. De profesión Psicólogo, con especialización en Psicología Clínica; estudios realizados en la Universidade Federal de Santa Catarina, Brasil. Fue docente de las universidades UAGRM y de la UPSA, en Santa Cruz de la Sierra y Director Nacional de Rehabilitación de Drogas. Otros libros publicados por el autor: “Con Pecado Concebido”, que trata sobre la infidelidad; “Revelaciones de la Casa de los Locos”, que trata sobre la locura y “La Mariposa Extraviada”, que trata sobre el narcotráfico. Conferencista y articulista de diversos periódicos y revistas.
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Cuando callan las campanas
San Joaquín: Agua
Dulce y Sangre Amarga
Miguel Ángel Añez
michelo57@yahoo.es
micheloanezs@gmail.com
©2021 1ª
Edición
©2023 2ª
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I.S.B.N.:
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Diseño Gráfico Editorial: Sharbel Gonzales Yankovic
Diseño de portada: Editorial Plural
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