(La Paz, 1960) Es autora de los libros
de poesía Del deseo y de la rosa
(1992); Corazones de terca escama
(1995); Oh estaciones, oh castillos
(1999); Luciérnagas del fondo (2003);
La fiesta de mi boda (2006); El agua más cercana (2008); Mi fuego tus dos manos (2012); Árbol, memoria y anunciación (2013) y La hierba es un niño (2015); en prosa
publicó Fábulas íntimas y otros atavíos
(2011). Poemas suyos han sido incluidos en varias antologías de poesía; algunos
de ellos fueron traducidos al alemán, al francés, al inglés, al italiano, al
rumano y al chino.
De
su obra se ha comentado:
“… Lo que se dice en Del deseo y de la rosa se lo repite en los libros que le siguen. El
formato podrá ser distinto, diferente el tono con que se asume la experiencia
de vivir, diverso el modo de grabar el vuelo de lo incomunicable, pero el
estremecimiento es el mismo. Su persistencia nos invita a reconocerlo como un
acto de fe. ¿Cuál es ese estremecimiento? Quien quiera que se asome a la poesía
de Vilma advertirá que el amor la sostiene.” JESÚS URZAGASTI
“Porque
se trata de una autora que conduce y provoca una situación inexplicable, mediante la coincidencia del hechizo con la
ininteligibilidad. […] Esta fue mi experiencia al repasar las páginas de La hierba es un niño. Pensé
insistentemente en ese término: “imaginación teofánica” -utilizado en principio
por los estudiosos de las religiones orientales- que creo aplicable a cualquier
forma de manifestación de lo místico. Modelar con la imaginación la imagen de
lo divino, sea cual sea su origen o naturaleza. Vilma nos inicia en dicho
ejercicio con sus palabras, y se lo debemos agradecer.” IGOR BARRETO
“… No es solo su belleza, es una sinceridad
que va anidando en lo más profundo de todo lo que nombra, en la infancia, en el
paisaje, en el amor, haciéndonos comprender que hay una emoción que iguala
todas las cosas en una dignidad que es más vasta que aquello que hemos
entendido por lo humano, que es más dulce y perentoria.” RAÚL ZURITA
“Somos más –parece
decirnos– que esta piel y estos huesos, somos más que nuestros límites
aparentes. De ahí el aliento por momentos versicular, como salido de madre, que
nos embarga en un río de palabras y de silencios que carecen de puntuación.
Porque ¿cómo decir el misterio sin salirse de madre? ¿Cómo decir el universo
contenido en una sola gota de agua sin invocar el carácter original del agua,
que es la fluencia desbocada, el manar de una transparencia sin ataduras? […]
Asimismo, el lector va descubriendo que los versos de Vilma Tapia Anaya quieren
ser a la vez aguacero y danza, y que su vocación natural es tender a la
metamorfosis y buscar otros lenguajes; ser, como leemos en el poema inicial,
“palabras exiladas de los altos bordes azules / río de luz.” GUILLERMO RUIZ
PLAZA
Selección hecha por la poeta:
Luciérnaga I
Como en los árboles
lo que no tiene nombre
es posible.
Los Q’ero cantan
One lullaby fits all
John
Ashbery
Los Q’ero cantan
pastean a sus animales
y cantan
reverencian a los Apus
y cantan
Y ellos dicen que mientras cantan
se les llena de alegría
y de pena el corazón
Lloran cuando cantan
Yo lloraba al escuchar su canto llorado
pensaba la exigencia de la repetición
Cantan lindo
suavito cantan desde la sangre suave
Y es como si sus voces
repicaran profundamente
en el centro
de sus frentes y del aire nevado
y
expiatorias subieran
a lo más alto
Luciérnaga II
Pósate en mi mano
gorrión
hazme mansa
Canción
post mortem Śrīla Gurudeva
Tu cuerpo
el peso de la muerte
en tu cuerpo
En los músculos y los huesos
desanimados
de tus piernas
en la casta languidez de tus brazos
Desde la cruz desde la arena
manifiesta en su blancura
te traían a mi lecho
porque yo estaba dormida
y también preñada como esperando dar a
luz
Tu proximidad me despertó
A mí me traían tu cuerpo muerto
Balsa
madera perfumada del ciprés
llegabas a la orilla de mi lecho
Me incorporé era mi corazón sangraba
susurré tu nombre
imploré que tus ojos alejándose
me miraran
Arrodillada
me expuse
Entonces asistí a los que cargaban
contigo
les supliqué que te depositaran en mi
lecho
En esta piedra
Luciérnaga III
A este sediento andar
le llueve
la sangre de mi niñez
Adiós a Granada
Desnudas
las espaldas de las palmeras
arden
Tajos de distancia
Blanquecidos muros
Nostalgia
Infinito el Nombre
se repetía
en el azul
que imitaba el cielo
Luciérnaga IV
Los cantos de las vaqueras
los surcos del amanecer
humus de mi memoria.
Al fin
Sedientos llegamos
Una línea temblorosa
Marcaba el fin de la tierra
Los maestros hablaban
Y en su aliento Vraja era restituida
Alrededor
Los árboles eran el cristal preciso
Tañían
Su luz llenaba el aire
Besaba nuestros ojos
Nos tocaba
Cantábamos
Nuestra lengua se rendía
Al gozo del instante
Frágil oveja
Frágil oveja la nube
trepa
luz arriba
por la antigua elevación de
palabras Rojo
Añil
Nieve
Q’ero
munay
di
**********************************************
https://www.behance.net/gallery/103276537/Vilma-Tapia-Anaya/modules/595125903
No hay comentarios:
Publicar un comentario