Benjamín Chávez Camacho



Oruro 1971. Premio Nacional de Poesía, 2006. Premio Edmundo Camargo 2012, Premio Luis Mendizábal Santa Cruz, 1994. Ha publicado los libros de poemas: Prehistorias del androide (Oruro, 1994), Con la misma tijera (Oruro, 1999), Santo sin devoción (La Paz, 2000), Y allá en los alto un pedazo de cielo (La Paz, 2003), Extramuros (La Paz, 2004), Pequeña librería de viejo (La Paz, 2007), Las invasiones perdidas (La Paz, 2012; Lima 2019), El libro entre los árboles (Cochabamba, 2013; Lima, 2019) y las antologías Manual de contemplación (La Paz, 2009), Arte menor (Monterrey, México 2014), Cierta perspectiva de eternidad (Buenos Aires, Argentina 2018), Sueños ajenos (San Salvador, El Salvador 2019) y Poemas (Lima, 2020). También es autor de la novela La indiferencia de los patos (La Paz, 2015), del libro de columnas periodístico-literarias Los trabajos y los días (Oruro, 2017) y del libro de artículos: Hibridismos, vislumbres del carnaval de Oruro (Oruro, 2019).

 “representa, en el panorama de la poesía boliviana contemporánea, una nueva forma de concebir la poesía, ajena a la métrica clásica, al versículo, la épica, el poema extenso, el tono discursivo como expresión literaria de la cultura oral, la palabra profética y la expresión telúrica. /…/ Poeta exigente, en varias ocasiones supera los límites del imaginario y alude a los animales (el lobo, la tortuga, el kiwi, la serpiente) como símbolo de su preocupación ética respecto a la conducta humana”. Pedro Shimose.

Fuente diccionario cultural boliviano/Elías Blanco Mamani

 

 

El contenido de esta selección es propio del autor:


  • ·         Primer apunte
  • ·         Muchacha dormida en la mesa de un bar
  • ·         La débil música de las suaves cosas
  • ·         Tortuga
  • ·         Temporada de estrenos
  • ·         Pólvora mojada

 

Primer apunte

  

Un haz de luz por la mañana, dádiva de la habitación

comparte su gracia como un mendrugo de pan.

En él me froto los ojos

mientras el taciturno aliento del goce abandona

el encierro —(en sí, yerro el deambular por los días desplegados).

 

Testimonio de la frustración y el equívoco

los emborronados papeles que el sol amarilla.

 

Ala perpendicular de la ventana

acoge los desvelos con oreja de caracol y receptáculo.

Hace siglos perdida, la alquimia del remanso

encabalga el horizonte transido

y las armas diminutas, de juguete

asoman por los bolsillos de mi único pantalón

de domingo

ese con el que un día cualquiera

tendré que salir a guerrear.

 

 

Muchacha dormida en la mesa de un bar

  

Ella es una estatua de hielo caliente

tiene alas de seda petrificada

y es una estatua de hielo caliente.

 

Su aliento es un abismo elevado

y los puentes tendidos flotan a la deriva

en una danza de cuerpos impalpables.

 

Polvo de azúcar es lo que respira

y ese aire torrencial de diminutos cristales afilados

sostiene su perfil, las torres infinitas

el caer de las piedras al agua

como corchos de champaña.

 

Ríos turquesa acicalan los vientos

y las hojas se arremolinan

bajo su vuelo de niña distraída.

 

En un reino así

una rendija de escarcha

convida

la mirada conmovida de los otros.

 

La niebla no existe

el frío es un capricho de la niñez

y el cielo

bordado a mano sobre la tierra

se ensucia

se lava

y se seca.

 

 

La débil música de las suaves cosas

 

 En la alta noche

la débil música de las suaves cosas.

Mientras el sueño consuma la quietud

Las torres callan

Los motivos de su altura.

Cada instante se estremece

y lo quedo nos habla con una voz más íntima.

No son las cosas que no tendremos nunca

Son las que están

Las qe estuvieron siempre

Y hoy

—complicidad contenida—

nos susurran

una familiaridad irresuelta.

 


Tortuga

 

Contemplo el paso de las horas

sin ferocidad ni resignación.

Las vidas de los hombres

—perdidas o no—

me tienen sin cuidado.

El planeta se apoya en mi espalda,

mi lentitud es un premio.

 

 

Temporada de estrenos

  

Voces anónimas ensayan

diálogos y soliloquios

(sobre todo soliloquios)

en un cubo negro

donde no hay más ruido de calle

ni murmullo de gente.

Tras el tapiado ventanuco que cierra la platea

y buena parte de la vida

late el tambor tribal de los marginales.

Pulsión dramática que se cuela por las rendijas

y quiere alcanzar los rincones de la ciudad.

Las aguas de una temporada floja

con elenco de experimentados principiantes

anegan toda esperanza y

la taquilla se aleja en bajamar.

El coro resignado al mismo sitio

desde hace miles de años

tétrico o solemne pero sobre todo distante

anuncia que

somos nosotros

(deseo de mortales / inmortales

con final de incierto aplauso)

el triste espectáculo.

Sin embargo, queda la duda

hasta el día del estreno

este teatro de barrio

es ahora el mundo entero.

 

Pólvora mojada

  

Un instante a solas y ya garabateo versos.

La respiración agitada,

saltos de mata por palabras enmarañadas

o la visión parcelada del explorador que se desliza sigiloso

a ras del suelo

intentando no ahuyentar.

 

Pobre aventura de la dicción y el grafito

a menudo olvidamos que

la caligrafía es un arte mayor —y queda la fauna librada a su suerte. 

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https://www.behance.net/gallery/103330253/Benjamin-Chavez-Camacho/modules/594279909


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