La escritora chilena Isabel Allende en su novela
histórica “Inés del Alma Mía” menciona que la primera mujer extranjera en
llegar a Chile en 1540 fue la española Inés Suárez (oriunda de Plasencia) quién
acompañó al conquistador Pedro de Valdivia. Hubo otra mujer que llegó 4 años
antes que ella: la africana, “la Margarida”, la primera extranjera que llegó a
Chile con Diego de Almagro en 1536, pasando previamente por Paria y por Tupiza
(Bolivia). La expedición partió de Cuzco en julio de 1535 tras el reino de
Nueva Toledo. He aquí la historia de la primera mujer extranjera que llegó a Copiapó
y al sur. Y no fue blanca, fue de color.
Un día soleado de octubre de 1935. Un ejército de miles
de hombres arriba a Tupiza (Jupiza) donde pululan unas 2.000 almas. Es el flamante
Adelantado Diego de Almagro condecorado con un parche negro en el ojo y los
cráteres de la viruela loca; le siguen sus capitanes en potentes corceles y una
extraña mancha negra montada en una yegua blanca.
Al verla, una viejita vestida con el viejo poncho chicha
(acksu), asombrada exclama:
- No puedo
creer, ahora, ¿qué es pues esto?, esto solo puede ser un castigo de los dioses-
afirma- ante la inusual presencia.
- Algo va a pasar…
Es la primera vez, los pobladores chichas jamás habían
visto una persona de color.
Hay emoción, expectación, inquietación, alteración,
agitación, perturbación, turbación, conmoción, convulsión, excitación, un
orgasmo múltiple colectivo. Les parece un fenómeno, causa revuelo y furor.
Es el centro óptico de las miradas, los niños corren tras
ella, sin importarles las hoscas miradas de los seres metálicos que marchan al
redoble de los tambores ni los ladridos de los perros de presa que portan.
- ¡Es tchinchebala (murciélago), latchiratchi
(pájaro negro, zorzal), Artchi (negra),
Liq’ cau (mujer) !, gritan los niños en
lengua Kunza, alborozados al ver relampaguear sus grandes aretes circulares.
De repente, la mañana resplandeciente se oscurece, atrás hay
ciento cincuenta negros encepados por el cuello que arrastran sus pies a plan
de látigo. Los bozales estremecen Tupiza. Los niños se han kisado (les ha entrado el miedo).
En el mundo de contrastes, otro negro monta un azafrán
con aires de libertador y liberado. Es Juan Valiente, el capataz de indios, un
negro que cabalga a sus anchas por servicios prestados a los españoles.
Ya no sorprende la blanca-blancura de los seres bajados
de otro mundo, salidos del mar en unas extrañas naves, con barba y fatigoso
ropaje, caballos, mastines y rayos que salen de sus largos brazos metálicos.
Ahora, más que los hombres de metal, los mandingos o
kunta kintes son el centro de atención de los Chichas, jamás habían visto negros
arrastrando cadenas por esos lares, solo el milenario barro, ya ni los barbados
castellanos son una novedad.
La sombra de generosas caderas le sigue a Almagro por
donde va. Es la extranjera que pisa por primera vez Tupiza (territorio
boliviano) y llegará antes que Inés del Alma Mía, la española a territorio
chileno.
Es Margarita, llamada cariñosamente por el tuerto “la Malgarida”,
la africana, un monumento de morocha de pañoleta roja chillona de motas blancas,
Vestida de modo extravagante, una enagua atravesada sobre la espalda hasta la
cabeza a manera de manto esconde su negro rostro y la hace parecer misteriosa, algo
diabólica.
Deslumbrante de exótica negrura, cercana a los 50 y un
poco salida de rollos, la negra causa revuelo en Tupiza. No la dejan, los niños
siguen corriendo tras ella. Le roba el espectáculo a Diego, pero él no lo
siente, perdido está en sus adentros pensando en cómo habían cambiado para él
las cosas.
De linaje porcino, de jodón y dicharachero; de un don
nadie, a mariscal de campo, a gobernador de la Nueva Toledo, sin saber leer ni
escribir; dueño de una ínsula de carne y hueso, en pos de ella va. Tranquilo
Sancho que también de envidia se muere.
Quedó atrás el pasado de niño largado de la mano maternal
que lo abandonó cuando más la necesitaba. Ansiosamente buscada antes de cruzar
el charco para despedirse; cuando por fin la encuentra en una hidalga casa, es
despachado con un portazo en la nariz, panecillos y algunos maravedís.
Veinte años buceando en las Antillas y Panamá, dando
vueltas como carcancho. ¿A qué viniste Diego? Perdiste un ojo y tres dedos de
la diestra en aquel pueblo de indios al que arrasaron vuestros hombres que
después llamaron Pueblo Quemado. Debéis explicaros que solo fue un acto de reacción
y defensa de los indios de Puerto de la Cruz cansados de los abusos de una
incursión anterior que hicieron. Son lo peorcito de los que llegaron
chapaleando el Charco de Unamuno.
Lo extraño, fuiste salvado por otro hombre de color. Algunos esclavos, están en el momento menos pensado
para sacar las castañas a sus verdugos.
Pero, para qué Diego preguntar si estáis dispuesto a perder
el otro ojo en la aventura a Chiri (así llamaban al sur los incas). Hoy, don
Diego Montenegro y Gutiérrez es el Gobernador de Nueva Toledo y va al sur tras
Chile donde le dijeron que fulgurante brilla otro reino dorado.
Quedó atrás la cebolla cruda, el pan duro, el queso y el
caldo desaboridos, no necesita ya a nadie, se arropa solo en la negra y va
entre sus pliegues oscuros, perdiéndose.
Fue en Panamá (1514) donde don Diego conoció la humedad
caliente y desbordante de las caribeñas y del África oscura, excitante y
salvaje, fueron años de amor secreto que despistó a los mismos cronistas, a los
más sagaces que llegaron a confundir a la Margarité con la india panameña Ana
Martínez, diluyéndola con otras morenas tropicanas, esclavas de los
conquistadores, donde las más oscuras llevan la peor parte, maltrato y desenfrenado
abuso sexual.
- Fui capturada todavía niña y metida a un barco por unos
portugueses, en alguna costa africana, ahí pese a mis lágrimas y ruegos, fui
forzada, ni contar lo que me hicieron. Total, los de mi color solo somos
objetos, cosas, según la ley. Nací allá por los 1488 en algún lugar del África.
Embarazada salí del barco, me arrastraron al Nuevo Mundo, subastada por
negreros en la isla de Haití.
En el puerto pasó cerca de donde nos tenían, bastó una
mirada, se fue e inmediatamente retornó como trastornado, poderoso el influjo
del vudú, la magia negra, es la única
arma que tenemos nosotros los negros para vengamos de lo que nos hacen los
blancos. Mawu y Erzulie, tan generosas
como siempre.
En Castilla de Oro, los amos portugueses otra vez a punto
de disparar el martillazo final del viernes negro.
- ¡Un momento, parad!, pago
por ella lo que pidáis, la quiero para mi servicio.
Pero, Diego, vale acaso tanto la negra, ya está un tanto
gastadita, no pasa de una vieja yegua. Dejó de valer los 12.000 maravedíes que pagó
un sevillano cuando compró a la negra preñada de 25 años o los 12 ducados que
costó traerla cuando bordeaba los 38.
Descansa tranquilo el mariscal bajo la sombra del añejo
Churqui tupiceño, mientras ordenó que las indias tejan prendas para sus
hombres, las necesitará para el cruce de la cordillera.
- Hay que ckoitur (tejer), sino ellos nos van a ckoitur, dicen las más viejas.
En el ckaitu, las lanas de ovejas y
llamas son hiladas en el huso, phusca o ruecas de las mujeres chichas.
Por seguridad, nadie puede acercarse al mariscal sino a
metros a la redonda. Ella entra y sale de la carpa del mariscal como Pedro por
su casa. Ella le abanica y le presta consuelo.
Cuando del campamento sale, la están esperando siempre: los
niños, revolotean como bandada de mariposas a su alrededor, los hombres y
mujeres le piden que les mire la suerte y el destino, ella riendo, no se hace
rogar.
La primera mujer extranjera que llegó a Charcas, a Tupiza
no fue europea. No fue española la que
llegó primero a estos lares (ahora territorios boliviano y chileno). No fue
Inés de Suárez, de Plasencia, la primera mujer que
entró a Chile con los conquistadores, sino la africana. Inés del Alma Mía, aparece
recién en 1940.
Pero, además, Margarita no fue la única; con ella
vinieron un centenar de mujeres yanaconas del Birú, las cuzqueñas, que llegaron con Paullu,
las kollas, indias aymaras, y hasta
mujeres yamparas enviadas por los caciques del Kollasuyo, de Charcas y hasta las
adosadas por el propio cacique yampara Francisco Aymoro que acompañaron a los
conquistadores, como cocineras y sirvientas que realizaron los trabajos más
humildes de lavar la ropa, cocinar el puchero y por las noches, calentar a sus
amos y los menesteres más apremiantes.
Esta morocha de dientes de marfil destellantes vale más que
el oro que buscáis Diego, es la compañera de tu vida y la madre real que cuida
a tu bien amado hijo: a Dieguito (el Mozo), la que te arropó en el Darién,
Cajamarca, Cusco, Pari, Tupiza, la que te entregó el alma, sin pedir nada a cambio,
descongeló tu nieve en tu carpa, la que te atiende, sirve, cuida, cura y
alimenta con sus racimos de uva negra. A la que fue tras de ti media américa, a
la contagiaste de sífilis que y todavía te sigue fielmente como perra en celo. Esa
negra, Diego, ¡vale más que el metal!
El subconsciente traiciona, a veces de mala manera, la
Malgarida, como la llamas, en realidad es la “mal querida”, reconoces tu
ninguneo. Su color no puede eclipsar tus ansias de remontar la escarpada cumbre
de la movilidad social por eso está en el lugar que está. ¡No, pues!, ¿Dónde se
ha visto, un adelantado de su serenísima majestad, un mariscal, un gobernador andando
del brazo con una negra?
No supiste mostrarla con ropa fina, alguna camisa blanca,
un rebozo, un faldellín de llamativo color, medias de seda blanca, acicatearla
con algún rascamoño de oro con perlas o lucirla en las fiestas con un rosario
de oro en la garganta.
La tenías ahí oculta, guardada, mimetizada con bajo
perfil, para que no levante sospechas. Y como la amabas, no podías prescindir
de ella, y para tapar las cosas, te inventaste el cargo de custodia o guarda de
Dieguito.
Cuando Almagro llega a Tupiza, se topa con un problema de
logística, los chichas no tenían suficiente maíz para alimentar semejante
ejército, menos para aprovisionarse para seguir la travesía a Chile; por eso,
tienen que esperar la próxima cosecha, espera echado debajo el Churquí, por lo
menos 6 meses.
Miles de escupitajos y bolas de hojas de coca masticadas tiradas
en el suelo (Ckuta, dicen los Chichas)
cerca al Churqui; es lo único queda del paso de Almagro y las huestes incas por
Tupiza. ¡Ah¡, si hablara el árbol del Churqui.
Más allá en el cielo del paso de la Cordillera de los
Andes, cientos de Chiwintos (buitres)
andan daño vueltas, como presagiando lo que le espera a la expedición.
* Las palabras extrañas
provienen de la lengua de la nación Chichas: el “Kunza”, cuya influencia abarcó el sur
boliviano (Lipes, sud Chichas, nor Chichas, Modesto Omiste y la parte alta de
Tarija y el sud de Chuquisaca); el noroeste argentino (provincias Jujuy y
Salta) y el territorio chileno atacameño. (Tarcaya, 2015)
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
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vino a Chile. Apuntes para la Historia. Artículo. Recuperado de: http://www.
Bibliotecanacionaldigital.gob.cl › BND
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Históricos Editorial Nacimiento
Arrelucea, Barrantes, Maribel y Cosamalón, Aguilar, Jesús
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Barriga, M., Víctor (Fray) (1939) “Los Mercedarios en
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Colección: Biblioteca Nacional de Chile
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esclavitud negra en Chile. Tráfico y Rutas. Estudios de Historia Americana.
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Santa Cruz, Nicómedes (2004). Obras completas Investigación
(1958-1991) Comp. Pedro Santa Cruz Castillo.Colección Ensayo. Libros en Red.
Tarcaya, Gallardo, Freddy (2015). Kunza el idioma de la Nación Chichas. Primera Edición. Cochabamba.
Talleres Gráficos Kipus.
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Biografía del autor
Vladimir Gastón Arancibia
Camacho/ seudónimo: VLAD GASSAR/ natural de Cochabamba/ Estudios: Derecho en la
UMRPSFXCH y Sociología en la UMSS/ ex coordinador cultural en el GAMC y ex
director de la Revista Bolivia Insólita.
Fotografía: Perfil de
Facebook del autor
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