Retorno en luz
Blanca Elena Paz
Aún
la oscuridad no alcanza a disimular las formas. Las últimas gaviotas se han
retirado. Mirando de soslayo compruebo que continúa trazando los símbolos con
la punta del báculo transparente. Además de nosotras dos solo permanece el
silencio.
El agua, que trae un penetrante olor a pez, al
tocar la costa retorna o se convierte en espuma. Me observo a mí misma. De
rodillas, sobre la arena, parezco una más de las rocas talladas.
-Mira Andrés, mamá se mueve. Parece decir
algo.
No
comprendo. ¿Por qué mis dos hijos me miran de esa manera? Estoy recostada en
una cama que no es mía. Desconozco la habitación de paredes verdes, los frascos
que me rodean. Todo disminuye de dimensión hasta desaparecer.
- ¿No
piensas decir nada? -repito como
aparentando que se trata solo de una reflexión en voz baja. Me sorprende la
rapidez de sus reflejos cuando levanta una mano en señal de alto. Pretendo
ignorar aquello y continúo dando rienda suelta a mi lengua.
- ¿Eres
mi muerte acaso? ¿Lo eres? -no me dirige ni la mirada- ¡Pero qué vas a ser mi
muerte tú! No tienes la apariencia.
- ¡Guarda
silencio! -estalla encarándome- ¿Podrías esperar un poco? Intento reproducir el
mapa y debe ser ahora-. Es una mulata de cabellos ensortijados y blancos.
-Bueno, disculpa no deseo importunar, pero no
eres mi muerte.
-No, claro que no es tu muerte, mamita. Te
vas a curar pronto. Por favor cállate, necesitas de todas tus fuerzas.
Me siento avergonzada. A pesar de su avanzada
edad aparente, la mujer irradia energía.
Me inquieta desconocer la relación que nos une. Aún resulta imposible
justificar mi presencia en este extraño lugar.
-Todo está bien ahora, -dice. Al parecer ha
concluido-. Toma los instrumentos –repite- y apúrate a copiar exactamente en esa
lámina, lo que grabé en la arena.
-Observo
la disposición de los símbolos, me recuerda a la que conservan las estructuras en
los mandalas.
-Por
favor hazlo antes de que cierre la noche. Esperamos la llegada de alguien más.
- ¿Quién
es el que falta?
No falta nadie mi amor, estamos todos: nuestros
dos hijos, tu madre y yo.
Me
indica que guarde conmigo el gráfico. - ¿Ahora puedes responder a mis
preguntas?
-Sí,
es el momento para hablar ¿Por dónde quieres empezar?
Y le
digo que necesito saber cuál es el significado de los signos, quién es ella y
por qué nos encontramos juntas esperando por alguien en este sitio. Da
explicaciones incompletas que no me satisfacen.
-Esta
es la ruta, ya veo que no la recuerdas.
¿Sabes por lo menos quién eres?
–Me
llamo Sarela, estoy casada y tengo dos hijos
-Tu
verdadero nombre no es ese, pero serán otros los que te lo aclaren-. Y de
pronto todo para mí es una sucesión de imágenes y pensamientos, entre conocidos
y extraños.
Dos
zambos bailan capoeira en un parque, mientras un tercero marca la guinga con
palmadas. Cercano a ellos, un blanco, ceremonialmente levanta un arco y tres
flechas con puntas de oro. Al fondo del paisaje se observa la iglesia de la que
sale una novia. La tarde declina. Una voz de niño ¿o niña? ordena continuar
hacia adelante.
Nuevamente
estoy postrada entre las figuras rígidas. La mulata, sentada de cuclillas,
parece descifrar las líneas rojizas que al marcharse va dejando el sol. El bastón
transparente es de hielo. Lo sé porque empieza a derretirse entre los dedos. Se
escucha una melodía triste arrancada de una ocarina.
- ¡Ricardo! ¿Eres tú?
-No mi vida, soy Javier, tu esposo-. Él me
abraza
–No te resientas papá, mi mamá delira...
- ¡Por fin estás aquí! ¿Por qué te fuiste?
-nada responde, solo me estrecha entre sus brazos. Estoy tan confundida. Por momentos
es otro. ¿Habré olvidado sus rasgos?
–No
te vayas otra vez Ricardo, te lo ruego. No puede habérseme borrado tu rostro, lo
tengo grabado en mí
-Papá, por favor. No vayas a pensar mal. Sabes
que ese es el nombre del novio que ella tuvo antes de conocerte.
Las
figuras de granito ahora están giradas. Todas forman un círculo alrededor de un
menhir. La mujer avanza y nosotros dos tras ella. Se escucha un motor, pero no
alcanzo a ver de qué vehículo se trata. Ricardo sonríe. Lleva puesto un traje
oscuro y brillante. Su camisa blanca tiene volantes en la pechera. ¡La novia
soy yo!
-Sí, cariño. Eras la novia más linda el
día de nuestra boda. Acérquense hijos, ella
nos observa
-Javier, perdóname por no haberte amado como
mereces -sé que mi madre es quien me abraza ahora.
-
Viejita linda, estoy tan agradecida-. Mis dos hijos besan mis manos. Les digo a todos que son lo que más quiero.
Necesito la conformidad de los cuatro para partir. Parece que mi voz no les
llega porque nada responden, solo lloran.
La mulata
avanza. El bastón de hielo es como una
serpiente de agua que salta desde las manos.
–Vamos
hacia el centro –dice-. El tiempo concluye, ¿tienes el mapa? Entrégaselo a él
por seguridad, ha venido para hacer contigo el camino de retorno.
El motor
acelera, aún no veo el vehículo. La mujer camina entre nosotros dos. Ella misma une nuestras manos ante el
menhir. La noche se ha cerrado.
- ¡El
ciclo está cumplido! –grita elevando las manos hacia el cielo. El báculo
transparente es solo una mancha húmeda en la arena.
- ¡Regresen
a la luz!
“Así sea”.
“Retorno en luz” forma parte de la colección de
cuentos “Onir”
Blanca Elena Paz
Grupo Editorial La Hoguera
Segunda Edición, 2009
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Blanca Elena Paz, escritora y poeta boliviana, nacida en Santa Cruz de la Sierra. Es médico veterinario zootecnista, magíster en Educación Superior, docente universitaria. Tiene publicados dos libros en género cuento "Teorema" y "Onir". Ha dictado varios talleres de creación literaria. Su cuento "Historia de barbero", de su libro "Onir", fue llevado a la pantalla en un cortometraje. Sus poemas forman parte de importantes antologías poéticas.
Blanca Elena Paz forma parte del grupo
de narradores Taller del Cuento Nuevo (generación de la
ruptura) dirigido por el maestro Jorge Suárez. Participa en
selecciones y antologías internacionales y nacionales entre las que
destacan: Escritoras Cruceñas- poesía, narrativa, drama (Cochabamba,
Bolivia 2019); Antología del Cuento Boliviano (Biblioteca del
Bicentenario de Bolivia, La Paz, 2016) Lo nuestro: 200 años de
cuento cruceño (Santa Cruz, Bolivia, 2010), Profundidad de la
memoria (Venezuela, 2009), Voces sin fronteras (Canadá,
2006), Medusa de Fuego (Santa Cruz, Bolivia, 2003); The
Fat Man From La Paz (New York, 2000), El niño en el cuento
boliviano (Stockholm, Sweden, 1999), Oblivion and Stone (Fayetteville,
USA, 1998), Fire from the Andes (Albuquerque, USA,
1998), La otra mirada (La Paz, Bolivia, 2000), Antología
del cuento femenino boliviano (La Paz, Bolivia, 1997), Die
heimstatt des tío (Zürich,1995). Antología del cuento
boliviano moderno (La Paz Bolivia, 1995), New Orleans Review (Louisiana.
USA, 1990), Taller del cuento nuevo (Santa Cruz, Bolivia,
1986).
Blanca Elena Paz es considerada una de
las mejores cuentistas contemporáneas de Bolivia.
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