Edgar Ávila Echazú

 


Tarija 1930. Ha publicado poesía: Habitante fugitivo (1965); Memoria de la tierra (1967); En cautivos sueños encarcelada (1968); Elegía (1979); y Elegía para Jaime Sáenz (1990). Sus novelas: Belinos (1995); “Cantar en las tinieblas” (1996); y Ceniza del viento (2004). Sus cuentos: El códice de Tunupa (1993); Una música nunca olvidada (1994); y Prohibido barrer los parques en otoño (1998). Ensayos: Revolución y cultura en Bolivia (1963); Resumen de la literatura boliviana (1964); Literatura pre-hispánica y colonial en Bolivia (1974); Historia y antología de la literatura boliviana (1978); y Antología poética (1991).

. “El aura en los poemas de Ávila Echazú es uno sólo; siempre el mismo. La voz poética ondula en un tránsito entre búsqueda y descubrimiento. La mayoría de los hallazgos se obtienen del mismo baúl de las pistas: la memoria. /…/ Ávila Echazú, a lo largo de los caminos recorridos, descubre a nuestros ojos aquellos hitos por los cuales se define el auténtico poeta alumbrando su búsqueda con un destello vital y dejando a su paso una huella en que se cifran los hallazgos, a lo largo de los años, a lo largo de la vida que se consume, haciendo resplandecer en la altura el mensaje trascendental”.  (Jaime Sáenz.)

Selección de poemas por el autor:

  • ·         La noche
  • ·         Diploduccus provincial
  • ·         Oda ocasional

 

La noche

 

Y algo más:

buscador de nadas

la noche de la ciudad no nace

ni se apodera de tu tiempo

con la invasión de rumorosas nubes

ni de aquellas de arriba o de abajo

¡la noche te dice mi nombre!

 

No existe un solo camino

lo sabes y la llave

es tu propia búsqueda.

 

La llama viva de la noche

la luz de la alborada

se abrazan se consumen

en el don que refleja

el cercano éxtasis del cielo

–sombra y luz de la escalera

del tiempo que te vive–.

 

Creas a la noche

porque la piensas

en tu ir y venir

al imposible centro

al agujero negro

de los sueños...

...

 

Ya no busco

La luz del agua

quieta muda

a mí voz.

 

Ya no me encuentro

en ningún sendero

ni en el camino

donde se detuvo

mi niñez mi rostro

sin lágrimas ni preguntas.

 

...

 

Ciegos oídos

de la Noche

fieles pozos negros

que no oyen

las preguntas

de nuestras tristes sombras.

 

¿Qué escuchan entonces

¿En sis midas soledades?

 

¿el humo que esconderá la vida acaso?

 

 

Diploduccus provincial

 

 

Me miro a través de los demás

 y a través de mí mismo

 sin sorpresa

 y no cabe ya duda alguna: soy como un aventurado

 diplodoccus

en esta era de ciencia-ficción

y radioactividad, missiles, fisiones, over-kill, retaliación masiva, máquinas I.B.M., cinemascope y minifaldas;

 -ignorante

hasta la pared del frente

de todo aquello 

camino sordo y ciego

ante los números

y las obsoletas creaciones geométricas…

 

 

ODA OCASIONAL

 

         Gemido petrificado en la noche,

en la noche cortada sin piedad: gemido

que de la piedra nace

y en la piedra sobrevive

cuanto el grito del hombre

remonta las edades,

elevándose de su sueño

de ceniza original.

 

         Gemido que cae, primero

golpeando cualquier herida

del corazón: piedra hecha carne,

compás del sueño virginal,

manantial de la soledad;

gemido que luego se alza

para agonizar en el grito

que pervive en la piedra.

 

         Así, a través de músicas abandonadas,

en las gargantas de los sensitivos

pájaros muertos, muertos,

muertos al lado del manantial;

desde la ceniza de toda música,

a través de algunos remolinos

que obtienen la gracia de lo yerto,

hoy, se te visto gemido...

 

         Hoy que las lilas encanecen

en su silenciosa sabiduría.

Desde esa ventana, mirando

vivir y nacer, y nacer y morir

el día y la noche,

y a la tarde intermediaria

acortándose agotada:

herida en tu grito...

 

         Ahí están las piedras

para que mi tacto acaricie

el primer signo de mi muerte,

viniendo y quedándose un momento

en la figura pétrea del gemido;

ahí están mis premoniciones,

de ceniza y de alto vuelo

desconocidas.

 

         Y el senso infantil, de niño envejeciendo,

desvanecida esencia de lo sido:

que tienen las notas del grito silenciado.

Gemido petrificado en la noche,

ceniza cauta que se dispersa,

el silencio es ya tuyo.

Y tu sitio está al lado

de todo lo yerto, de todo lo muerto...

 

         ¿Desde allí, alguna vez

renacerá el grito que germina la vida?

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https://www.behance.net/gallery/103285899/Edgar-Avila-Echazu/modules/594051033


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