Andrés Canedo - Los reflejos de la memoria

                                                                         

Los reflejos de la memoria©

Andrés Canedo

 

     Cuando era niño pequeño, dormía en una habitación cuya ventana daba al primer patio de la casa. Allí, en alguna noche inevitable de terror, yo veía a través de la ventana, una serpiente que se agitaba en lo alto, y lo hacía incesantemente en medio de mi insomnio. En el patio había una parra, que la paciencia de mi padre había cuidado desde los sarmientos y que al cabo de un tiempo era esa magnífica planta, bien sustentada, que nos brindaba uvas deliciosas. Luego de dos o tres noches de horror, comprendí que la serpiente que yo veía, era una de las ramas de la vid que se agitaba con el viento nocturno. Pero mi fantasía no era gratuita, porque algo antes yo me había encontrado con una serpiente real, ahí en el patio, y que mi papá mató, a tres metros de donde yo había quedado paralizado del espanto. En ese mismo cuarto, subrepticiamente, algunos años después, una prima hermosa y mucho más sabia que yo, me enseñaba los primeros y deliciosos rudimentos del sexo. Pero antes de ello, siguieron las visitas de las serpientes o de sus afines, porque en el baño, en el retrete del mismo, que se encontraba entre el primero y el segundo patio, en el piso de cemento rojo, de una de las esquinas, había dos huecos próximos, y entre uno y otro solía desplazarse un cutuchi blanco, y uno, ya más curtido y conocedor, sabía que no era venenoso, y observaba su lento desplazamiento entre los dos agujeros, en una especie de plácida alucinación, mientras cumplía con sus necesidades fisiológicas.

Antes del episodio del cutuchi, tendría yo diez años, me enamoré de una vecina rubia y de ojos celestes, con la que vivimos casi dos años de amor primigenio, con la entrega absoluta e inocente a esos besos y primeras caricias. Unos quince años después, ella fue muerta en combate con las “fuerzas de seguridad”, pues tuvo el coraje y la certidumbre para comprometerse en las luchas por los humildes. Pero eso, yo no lo supe hasta tiempo después, cuando de regreso de la universidad, la muerte de mi primer amor era comentario, en voz baja, en el pueblo.  Pero también, en los primeros años de la universidad, vivía yo en la misma casa que “el tano”, que tenía pinta de querubín, que era hijo de un anarquista, que se comprometió en la lucha, que me pedía que escribiera algunos artículos para la revista de su partido, que se fue alejando, sin que yo entendiera por qué (aunque lo sospechaba) y se cambió de domicilio, que a veces volvía de visita a la casa, acompañado de una compañera que era más bella que el sol. Como ambos éramos estudiantes de medicina, habíamos estado juntos en la toma del hospital donde realizábamos prácticas. Cuando ingresó la policía, logramos escapar por una de las paredes posteriores del nosocomio, y, una vez afuera, él decidió volver a ingresar al mismo, trepando la misma pared, y allí quedó por primera vez detenido. Un tiempo después, me entregó una valija para que se la guardara (yo también ya vivía en otra casa) y más tarde murió, luego de haber sido torturado, en un campo de detención. Pero eso lo supe mucho después. Sin embargo, lo vi antes de su muerte, nos encontramos por casualidad en una calle, intercambiamos pocas palabras, pues él dijo que no quería comprometernos (yo estaba con otro amigo común, Luis) y nos dio un fuerte abrazo, de esos que se dan sólo en las despedidas verdaderas. Entre sus medias palabras, nos contó que había escapado de un centro de detención en la Patagonia. La historia de la valija que me entregó el tano, que tuvo sus consecuencias, es otra y la conté en mi libro Pasaje a la nostalgia.

Por esas vueltas de la vida, cuando salí bachiller, en vez de ir directamente a la universidad, decidí ir a estudiar francés en La Paz, Bolivia, con la intención de conseguir una beca a Suiza. Allí, con un compañero de la Alianza Francesa, una noche de bohemia él me pidió que le lleváramos una serenata a su novia y nos trasladamos, (yo supuestamente era el artista, aunque tocaba la guitarra muy mal y cantaba peor), hasta la casa de la muchacha. A pesar de lo malo del espectáculo, un racimo de muchachas, todas bellas, salió a la ventana y la agasajada agradeció emocionada el gesto de amor. Al día siguiente, mi amigo me pidió que lo acompañara a la casa de la noche anterior, y me dijo, que como había visto, allí vivían un montón de muchachas bonitas. Fuimos, la empleada doméstica nos dejó pasar, quedamos de pie en un vestíbulo al que descendían las escaleras del primer piso, por donde bajarían las chicas. En ese lugar, con el ángulo limitado que me permitía la disposición arquitectónica de la casa, pude ver descender unas maravillosas piernas de mujer y, a medida que continuaba el descenso, el cuerpo todo y finalmente el rostro radiante y quinceañero que me reveló, en una deslumbrante epifanía, el sentido de mi vida y mi razón de ser en el mundo. Allí se manifestaba, entre resplandores de luz, el ser que amaría intensamente y que sería mi compañera hasta que la muerte nos separe.

No sé por qué, pero esas imágenes y parte de sus historias, han estado persiguiéndome estos días de pandemia en los que el tiempo se estira. Así, desordenadas, sin relación una con la otra. Entonces me pregunto por los misterios de la memoria. Algunos de los recuerdos que he citado, se me presentan más bien como fotos y no como una película, la víbora del baño, por ejemplo. Los otros sí, al estar influidos por la emoción, en parte recuperada, discurren como un film, pero que, en esta circunstancia, tiene cortes abruptos y también olvidos. Si me recuerdo viendo el descender por la escalera a la mujer que amé, no recuerdo si mi amigo, estaba parado a mi derecha o a mi izquierda. Recuerdo su rostro, sí, pero es el de la suma de una serie de recuerdos, es su rostro en general, ese es él, pero no precisamente él en ese momento. Este olvido, esas eliminaciones, tal vez, son lo que me permite recordar con nitidez el rostro de la amada, su sonrisa, la intensa luz de sus ojos, la expresión en su cara en el momento en que nos vimos por primera vez, la sabiduría que, a partir de ese instante, se instaló en mi alma y que me hizo saber que la amaría para toda la vida. Y no sé, si en esos instantes, pilotaba yo mi alma u otra fuerza era la que me introducía en ese mar desconocido. Pero sí sé, y desde entonces lo recuerdo, que, a partir de ese momento, sus ojos guiaron el timón de mi vida, todo el tiempo que duró su presencia a mi lado. He recordado esa escena centenares de veces a través de los años y, no obstante, no estoy seguro, más que en sus hechos esenciales, de que mi recuerdo de hoy sea precisamente igual, al de hace algunos años. Pero sí, la esencia se mantiene, porque desde aquella luz de sus formas y de sus gestos, de esa revelación progresiva en el curso de pocos segundos, sé que nació el amor.

Cosas similares podría posiblemente colegir de los otros recuerdos que cité. En ellos hay memoria y olvido. Puedo recordar y “ver”, la supuesta serpiente hamacándose a través de la ventana, pero no me recuerdo a mí mismo, en esas noches, en ese tiempo. Sólo recuerdo la sensación en mí. O sea, que la emoción permanece más que las formas, que los rostros, que fragmentos de la biografía. No tengo tampoco ninguna idea del porqué esas memorias me han venido persiguiendo estos días. He intentado, con muy poco esmero, el resolver su causa y he abandonado ese propósito. Pero allí están y así las cuento. Tal vez sean los breves tiempos muertos de este encierro de meses, los que, por algún mecanismo misterioso, me las trajeron de ese modo. Además, en el caso del “tano”, yo agregué datos desde otros lugares del recuerdo para intentar pintar y pintarme, su historia más completa. Allí están, danzando en mi mente, esos cascajos del pasado, dispersos pero vibrantes, que aclaran en algo la oscuridad de estos días. Simultáneamente, otras preocupaciones pugnan en mi mente. Mi nueva novela, por ejemplo, que debe presentarse dentro de poco más de un mes. También un amigo, que me llamó esta mañana para avisarme de su disposición para terminar un trabajo que tenemos en conjunto, pendiente desde hace largo tiempo. Y todo esto, en que se mezclan la memoria y el presente, va haciendo mis días, este transitar en medio de la pandemia que, aunque pretenda ignorarla aquí está. Luz y sombras, en esta realidad, esperanza que no me dejo arrebatar. Pero es la memoria la que me parece misteriosa. Sé que muchos han indagado sobre su naturaleza y sus formas: Proust, desde luego, en su Busca del tiempo perdido; Borges, en sus juegos fantásticos sobre el tiempo y los hombres, los científicos, que sin duda tendrán palabras más certeras, los escritores todos, que en sus ficciones o no, han recurrido a su propia memoria para incrustar partes de ellos mismos en sus creaciones. Uno es, finalmente, su memoria; desde allí se fue construyendo, sumando hechos y presentes que se vuelven recuerdo, a la arquitectura de su vida para ir elaborando el edificio, sin final, de su propio ser. Así resulta que yo, como ustedes, hoy soy un poco más que ayer y menos que mañana. Claro que hay mucha hojarasca, y que como tal, será arrastrada por los vientos del olvido, pero que, en definitiva, es la adición de todas esas cosas, aun las de las hojas sueltas, la que me constituyó en lo que soy hoy, la que me conformará en lo que seré luego.

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Reseña literaria

Pequeña muestra de Poesía Universitaria – Córdoba – Argentina (1967)
Alrededor de 30 diferentes artículos sobre arte, literatura y teatro en revistas y diarios del país, en el transcurso de diferentes años.
1977 – 1979: Director de la Revista “Acto” en la que publicó diferentes artículos.
1987: Artículos sobre Teatro Boliviano para el Inventario de Teatro Iberoamericano, (España).
1999: "En torno a Bertolt  Brecht", Revista “Conjunto”, Revista de Teatro Latinoamericano, Casa de las Américas, Cuba.
1999: Autor de la novela “Pasaje a la Nostalgia”, Editorial RB, Santa Cruz, Bolivia.
2001: Publicación en la revista de Internet “Sappiens” de España: “Voy casi corriendo por la Kudam”, cuento.
2002: “Sara, Sara”, cuento publicado en el libro “Santa Cruz, Ciudad Íntima”, Alcaldía de Santa Cruz.
2004: “Cartas de Amanda”, cuento publicado en la serie Medusa de Fuego de Editorial La Hoguera, Santa Cruz – Bolivia.
2013: “Sara, Sara”, en Antología Internacional “Una mirada al Sur”, en Ediciones Pasión de Escritores, Argentina.
2016: Segunda Edición de Pasaje a la Nostalgia, Editorial Kipus, Cochabamba, en Feria Internacional del Libro, Santa Cruz, Bolivia.
2018: Infinite love time, en el libro Love, my religion, publicado en India, a cargo de los editores Chowdbury y Kanade.
2018: Dos textos de prosa poética, en el libro Poetas de allende los mares, editado bajo la coordinación de Josep Lleixá Fernández, en Barcelona, España.
2018: En el palco está la abuela Julia (Abuela Julia) texto seleccionado y publicado por la Revista Rascacielos, del diario Página Siete. La Paz, Bolivia.
2018: Amor y mar, publicado en Prosa Nostra, revista de México.
2018: Pepe Ballón, publicado en el Nº 55 de la Revista de la Asamblea Legislativa Plurinacional (Bolivia).
2019: La mujer del pescador, revista Brevilla (Chile), Hokusai, Antología de microrelatos.
2019: (marzo) El amor añorado a través del tiempo, diploma de la página Palabras bajo la lluvia (Argentina) por dicha publicación (marzo 2019).
2019: El mar y la maravilla, cuento publicado en la revista Letras Itinerantes (Colombia) (27 de marzo, 2019).
2019: Un cuento, un poema y una carta, 3 publicaciones en el libro         “ Romance Idílico desde el Pilcomayo" ,"Los Reyes de la Tertulia”, a cargo de Alejandra Veruschka. (Villamontes, Tarjia, Bolivia)
2019 (mayo) Seis cuentos en libro A Cuentaviento, por Editorial Soy Livre, para presentación en Feria Internacional del Libro, Santa Cruz de la Sierra.
2019: (mayo) Distinción como “Destacado”: “Amarte bajo la sombra de los árboles”, por Palabras bajo la lluvia (Argentina).
2019: (junio) Sirena, Sirenas, cuento publicado en el libro Antología binacional “Estaño y Plata”, editado por Editorial Kipus, Bolivia y compilado por Sergio Gaut vel Hartman de Argentina.

En preparación: Así pasan los días (Crónicas, relatos y críticas en Facebook)

Territorio de signos (novela), será presentado el 24 de septiembre del año en curso.

El cuento "Los reflejos de la memoria" es publicado in extenso con la autorización expresa del autor. 

Podrá ser retirado del Blog a simple solicitud del mismo.


Fotografía: Andrés Canedo
Biografía: Andrés Canedo - Maestro de las Artes, en Bolivia

 

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